Pensamientos alrededor tuyo. Nada elegante; se sabe. Pero pienso en ti. Irrelevante, quizá, y chistoso. Pero lo hago. Ridículo, digo todas las veces en que me descubro en la misma actitud, con la misma sensación: es ridículo. No se trata, en defensa propia, de una tontería más. Ya no hay tiempo para eso. Sino de una nostalgia o extrañeza por lo ajeno. Por lo que no es tenido. No lo tienes. No tendrás. Es de alguien o no.
Quién sabe si lo ha experimentado. No porque sea algo exclusivo de unos pocos cuantos, sino porque seguramente es más racional y de caracter adaptado. Cuánta tontería, a final de cuentas, ¿no? Algo tan simple como una emoción, o un pensamiento, o un estado psicológico, incluso una frustración, puede volverse tan complejo a la hora de externarse. Cuando se materializa visual o de forma sonora; al querer justificar su existencia pública, pues si pervive en la memoria, o en el silencio, o entre los tiempos muertos de la mente ociosa, luce con tanto poder, es tan inmensa y descarnada la felicidad que crece y crece, como chopo de agua, hasta desbordarse y, entonces, sucede lo que lees. Lo escrito.
Pienso en ti y divago con idiotas palabras que justifiquen algo vacuo de entrada y sin sentido: Pensar en aquello que te ignora o desconoce. En alguien para quien no existes más. ¿Ves?: tan ridículo como interesante, ¿eh? Pero sólo si has leído hasta este punto. Pienso, quiza sólo quede decir. Pienso.
***
Ver la fotografía ya no es encontrarse; dejar en el aire la tempestad del ánimo capaz de desatar la tormenta melancólica de los primeros tiempos sin nombre. No. Ya no es esa invitación tosca, irritante, a la evaluación de daños y al control de recuerdos; la eterna auditoría de reacciones fisiológicas, enfermeras de urgencias capaces de contener la compulsión de ser sueño, y la nada grata sonambulez del entresueño, la batalla campal de la vigilia. Ya no es la dicha por lo perdido ni la alegría por las no decepciones casi aseguradas. No.
Ahora es una invitación al sitio de razón; a la negación recatada, al contraste: la nada y el futuro.
Las imágenes son una especie de carrusel sin principio ni fin. Son telaraña armoniosa construida en un punto y luego hecha unidad sin contraste. Esta noche, mientras se escriba que se piensa en ti, y la fotografía no es más la sombra de un eco profundo de nostalgia, es posible dejar en claro una verdad: la ambiguedad de las memoria.
Ni regocijo ni llanto. Las imágeneso son sólo esta fila finita de finas fintas finales: ensayos brutos sin personajes ocupantes; asientos vacíos de un transporte descontinuado; burdos chistes entre la maleza urbana de los razonamientos temporales. Todo es imagen abstracta que de cabeza entra en lugar de salir; se congela, se eleva, se distrae o se destruye. Y entonces sucede.
***
El mundo se ha reducido. Es tan poco ahora. Dice que puede medirse en horas, y que pronto sólo se hará en minutos. Parece fantástico pensar que una buena noche será la última; que no habrá más, que todo habrá sido anulado de la memoria y del aliento. De la piel. Así han sucedido los días y parece que los años. Así llegó el primer envejecimiento: con la convicción del final cercano, a la vuelta de la almohada: todo pasará.
Digo que es cierto que se reduce porque recorrerlo es ahora más sencillo. Entre alarma y alarma del despertador de obrero, es posible ir de un extremo al otro para abarcarlo, para recorrer sus calles negras y sus ruinas explendorosas aun en medio de lo in-visible. Inquieta descubrir sus otrora múltiples simbolismos atrincherados por las esquinas. Cada mañana es más larga y el mundo más diminuto. Pronto el sueño será etéreo y las resoncias del tiempo no tendrán cabida ni para la suerte loca del que huye a lo onírico. Habrás desaparecido.
***
Resulta irónico que el orden de la escritura altere, confunda y cree una especie de falsa verdad lejana de la mentira. Escribí pensamientos alrededor tuyo y hubo quien entendió pienso en ti. Dije ver fotografías y pudo leerse –me pasó a mí– veo impresiones en las que apareces. Anoté el mundo desaparece y nadie pudo (quién sabe cuánto lo intentó, además) comprender que estaba por despertar. La falsedad de la escritura, su endeble orden, su simpleza lineal y cronológica no funcionan del todo como para hablar de instantes atemporables, inexistentes y simultáneos.
Si quiero decir que todo ha sido un solo segundo de fugaz recordatorio no podré ni será cierto más.
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